jueves, abril 30

1991: Cuando el verano me paseaba en bici.

Finales de 1991. Yo era una estudiante de secundaria que iniciaba su indpendencia (léase ir a la escuela sola). Siempre he sido distante en mis relaciones amistosas, o breves, o ambas. Es decir, soy de pocos amigos o amigas. Pero en la secundaria, en un breve lapso ocurrió algo que archivo en la cajita de "buenos recuerdos". Era una enamoradiza. Me enamorè de un par de chicos de mi barrio, del profesor de Geografìa, de David Gahan, de Robert Smith, de un chico de la escuela. Precisamente por ese chico de la escuela conocí a estas amigas de la Secundaria Técnica 2. Algo me llamaba la atención de ese chico que me gustaba su imagen, era la de un muchacho alto, tez blanca y ojos color verde olivo, cabello negrìsimo, lacio. El iba en uno de esos grupos dedicados a los oficios supuestamente para chicos electrònica mecànica o algo así. Sólo habìa tres niñas en el salón. Una de ellas, Liz, era una chica sumamente alegre, popular y bonita, algunos rasgos punk en accesorios más allà de su uniforme: pelo corto, botas de goma recias, ojos claros y una gran sonrisa, socialísima. Las otras dos eran del tipo normal, chicas como yo.

Creo que a ellas, Ana y Yasmín, las conocí caminandolos 300 metros rumbo al transporte. Un tramo obligado para los que no iban por nosotros. Ahí inicié preguntarle por el chico. Pronto cayó del pedestal ese altivo muchacho. Años después lo vi lleno de acné y con aspecto un tanto hosco, nada que ver con aquella imagen secundariana.

Pero Ana, Yasmín y yo seguíamos en el cotorreo. Aunque ellas iban un año atrás de mí en aquel tiempo nos buscàbamos en los recesos para vernos. Nos caíamos bien. La hermana de Ana, Flor, cursaba un año arriba del mío y su rostro era inconfundible, no era feo, no era bello, pero era una belleza "exótica", su rostro era moreno, fulgurante, sus facciones eran finas y fuertes, sus cejas le daban un toque de coraje a su rostro alegre,algo contradictorio en ello.

Ana y Yasmín eran vecinas, las separaba una leyenda: una casa hogar para niñas mal portadas. En la gran mayoría de las ocasiones, cuando el calor no rebasaba los 108 grados Farenheit, se subían al camión conmigo, para no quemar sus suelas y su piel. Sobretodo Yasmín, que era blanquísima. Me invitaban a sus casas, por un vaso de agua y a escuchar música. Pocas veces acepté porque me esperaban en mi casa, no quería preocupar a mi abuela. Lo que sí acepté es ir a sus casas los fines de semana. Incluso recuerdo que las 10 cuadras larguísimas que nos separaban fueron nada cuando Anita fue por mi en su bicicleta un sábado por la tarde. Seguramente mi madre pensò que ya me estaba normalizando y accedió inmediatamente dejarme ir a visitar a mis amigas de la colonia de al lado.

Recuerdo andar en bici, las plásticas de lo que Yasmín vió frente a esa casa hogar, comíamos pizza, jugábamos a la botella y lo mejor de todo: bailábamos sin pudor sobre los sillones de la mamá de Yasmín, finalizándolo con una guerra de almohadazos. En casa de Ana poníamos el VIII y IX de Timbiriche completito, sus videos y bailábamos. "¡Què padre bailas!" me dijo Ana alguna vez, cuando no seguía los pasos impuestos por el coreógrafo del grupo de moda. Yo bailaba con toda libertad y alegría, saltaba en medio de una chamacada a todo volumen. A eso yo le llamaba "el paraíso". En eas reuniones conocí al resto de la tribu: Tomás, el hermano menor de Yasmín, pronto iría a la secundaría y se unía desde ya al grupo. Le cantaba la misma canción que en mi infancia le oía Cepillín: "Tomás que feo estaaaaás". Luego las hermanas Karla y Karina Carrillo. Karina era de mi edad y alguna e ellas tenìa una basta colección de llaveros. Rolábamos entre las casas de Ana, Yasmín y las hermanas C. . pero habría una cuarta casa: la de los hermanos Tirado.

Los hermanos Tirado eran tres. Dos eran de nuestra generación: Carlos y Marcelo. Ellos eran algo diferebtes que nostros. Su padre era cónsul de México y por ello habían nacido los primeros dos en Oslo. El más pequeño nació en Perú. Venían de Fresno y hablaban el inglès casi como su primer idioma. Carlos tenía el aspecto de un típico nerd, tan de moda en esos años, era un chico. Su cabello lo engomaba, usaba gafas y tienía un acento muy curioso. Era muy sociable y un chico lindo que probaba que los nerds eran sumamente divertidos. Marcelo era más reservado y serio, aunque siempre se cargaba una sonrisa traviesa, er algo más galán. Recuerdo que era septiembre y aún nos emocianaba muchísimo asistir al barullo del grito de Independencia. -¿Vas a ir al grito? le pegunté. -¿el grito? ¿qué grito? Y volteaba a ver su pelirroja madre defeña para que le "tradujera", lo cual hizo a la perfección. "Juegos pirotécnicos" le dijo. En muchas ocasiones él y su madre se comunicaban en inglés frente a nosotros. Algo sumamente raro en nuestros hogares.

Quien tuviera un teclado eléctrico en esos años era la onda. La familia Tirado tenía uno y Carlos mostraba su habilidad tocando una melodía comercialísima del "new age" o algo parecido. Algo orgulloso de ello, pero a la vez apenado porque no sabía alguna otra pieza.

Su sala era un museo de viajes. Acostumbraban aventarle una "pelota" a alguna niña que, como yo, llegara a internarse en su sala. Marcelo me tiró el "juguete" y se lo pasé a Carlos. Parecía un souvenir de su madre, algún adorno. Era una pelota del tamaño de mis dos pequeños puños cerrrados. Tenía rostro. Tenía algo parecido a cabello. Y en efecto: eran cabezas reducidas reales del Perú, de los jívaros, donde habían vivido pocos años atrás. Y nosotros jugando con ellas. Una sensación parecida al escalofrío recorrió mi cuerpo y me resistí creer que estaba jugando con una cabeza humana. Años después recordé esto cuando en el Cereso de Mexicali los reos amotinados jugaron futbol con una cabeza.

Continuamos reuniéndonos las tardes de ese verano de 1991, rodedos de música, pizzas, bicis, alegría y juegos inocentes. Hasta que llegó el invierno. Entonces dejé de visitarlos. Ana y Yasmín me dijeron que la familia Tirado se cambiaron nuevamente a otra ciudad.

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¿Qué fue de nosotros?

El papà de Ana, ingeniero respetable, por casualidad vino hace tres años a mi nueva casa por un tràmite. Me reconociò de inmediato, cosa que me emocionò y reconfirmò que Anita tuvo una familia muy bonita. El Srños me invitó a terminar el trámite en su casa, y me dio una especie de extraño miedo de que Ana no se acordara de mí, despúes de tanto años. No fui. Hace menos deun año Ana llamó a mi oficina y le contesté por casualidad. No se acordó de mí.

Yasmín la vi de compras apuradísima y con cara seria, cosa que nome inspiró a acercarme, creó elmomento inoportuno.

Las hermanas Carrillo seguimos viéndonos cuando bailàbamos en atrios sagrados (post futuro). Karla y yo estudiamos la misma carrera y hasta trabajamos en el mismo lugar por un breve tiempo.


De los que nunca supe son de los hermanos Tirado, hasta que en una de tantas plàticas nostàlgicas con mi amigo CAGV supimos que él y nuestra amiga Bibi eran sus amigos de la escuela mientras simultáneamente yo era una de las amigas de la colonia. Gracias a facebook Carlos me ha pedido que le refresque la memoria. Misión cumlplida "Carro Tirado".

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