martes, abril 18

Las muñecas de las pesadillas

Las conocí en los inicios de mi adolescencia. Las traían tanto niñas como niños por igual, producto del obsequio de alguien les trajo de sus viajes al sur de México. Más que juguetes, eran souvenirs que mostraban igual que un llavero o una pluma con la imagen de algún verde paisaje de Yucatán o Chiapas.

Una cajita, de madera flexible y liviana, que cabía fácilmente en un masculino puño o en la pechera de los uniformes de las compañeras, andaba rolando en la escuela. Una cajita, pariente de la cajita de Pandora, que encerraba un misterio doble, según contaban los que sabían. Y que todos (as) queríamos ver.

Cuando llegaban por vez primera a la escuela secundaria todas tratábamos tomar por lo menos una, si no era muy celoso (a) el dueño(a). Por una parte, eran diminutas, más cortas que las uñas de la tícher de inglés. Venían varias en una cajita, entre 9 y 10 muñequitas, e invariablemente todas diferentes, como es toda artesanía. Les buscábamos en primera instancia, sus ojos, su boca, observábamos de qué forma terminaban esos tres puntos lanzados sobre sus rostros y la expresión facial que el azar les asignó. Después el color de su indumentaria, sus faldas rectas y largas, y su rebozo amarrado al pecho, hechas a la imagen y semejanza de sus creadoras, sus diosas: las artesanas.

Pero había otro misterio, que contaban sus dueños mientras todos los demás continuábamos viendo esas miniaturas sin saciar nunca nuestra curiosidad. Decían que estas muñequitas se tenían que colocar debajo de la almohada al acostarse, para que cuidaran nuestros sueños. Ellas, en su diminuto cuerpo y rostro semidesfigurado, tenían el poder de que las pesadillas se esfumaran. Después, una muñeca desaparecía cuando realizaba su labor de atrapar malos sueños. Entonces, cada vez quedaban menos muñecas. Y así, como si nada se iban, una a una, cargando con el inconsciente de adolescentes curiosos, hasta que se perdieron todas y nos hicimos adultos.


4 comentarios:

Miguel Lozano dijo...

Increíble, y nunca las conocí...

el memo dijo...

definitivamente necesito una de esas..... donde dijiste que las venden??

MORALEJA:
dulces sueños

Kamelie dijo...

Las compré en Yucatán Memo.

marisol dijo...

YO tenía algunas.

De hecho por algún lugar debo de tenerlas guardadas :)