jueves, noviembre 1

Halloween en la Témoc

Un grupote de niños llegó con el jatdoguero después de que uno gritara a todo pulmón ¡sí dan triki triki! Veía que la ayudante en vez de preparar mi hot dog atendía complacientemente a los mounstritos que se le acercaban. Mi primer pensamiento fue "Yo no daría triki triki si los niños no vienen vestidos con algún detalle, por lo menos, alusivo a la macra fecha", pero ya con el pan el la boca observaba que SÍ venían disfrazados ¡qué bruta! ¡qué tontuela de mí al no saber que esos sí eran disfraces!, no como los que venden en Walmart, vean:

  1. Tres niñas greñudísimas, como que si se acabaran de levantar después de una noche de desgrañadas con grandísimas camisetas negras (seguramente de sus papás) y voletadas hacia adentro (para que no se vea la imagen no-macabra).
  2. Un niño con los pantalones y camiseta viejos (como del grado escolar anterior) rasgados cuidadosamente, claro, doble camiseta, efecto prenda sobre prenda.
  3. Una pequeñita de tres años aproximademnte, con un kimono como saco, perdida en la jatdoguería.
  4. Una bata de Harry Potter con niño.
  5. Un niño en silla de ruedas cuyo papá bajaba por su hotdog y su triki triki.
  6. Un niño feliz con su sudadera naranja con mangas negras.
  7. Un niño con un... ¿trapo? en el tobillo derecho naranja.
Estos son los disfraces de los niños de mi colonia, así disfrutan acá, en la Témoc, por eso supongo (y sólo es eso, mera suposición) que hay mucha creatividad en estos infantes, que se las arreglan para divertirse esa noche, con lo poco o poquísimo que tengan.

Después me detuve en una casa por unos segundos y los vecinitos de enfrente gritaban: ¡Aquí sí damos triki triki! ¡Sí hay!, pobres, la urgencia que traía y mayormente mi pena por no llevar disfraz me hicieron que ignorara esas suplicas por recibir aquellos dulces. Eso me recordó el 31 de octubre pasado, el que disfracé la sala de mi casa y la entrada, compré velas, telerañas y un CD de efectos macabros, otro de música tétrica; y todo para nada, llegaron muy pocos, hasta dulces sobraron. Aquellos niños que fueron dejaron en la sala y en mis zapatos de ballet (eran parte de mi disfraz) clara de huevo, de los que quebrarían en sus travesuras, uno de ellos regañó al otro por comenter semejante testarudez (yo creo que más por vaciar la reserva que por ensuciar mi casa).

Quizá alguien se interrogue ¿Y por qué Kamelie defiende esa costumbre anglosajona? es sencilla la respuesta: me siento mucho más identificada con esa costumbre que con los altares. Mi familia más mexicana de origen zacatecano y sonorense nunca los vi intentar hacer algo con esa costumbre de hacer altares. En cambio, mi abuela, mi segunda madre, nació en EUA y ella nos festejaba ese día. Así que yo lo festejo en honor a mi abuela gringa, de la que también heredé el gusto por la tortilla de harina, la carne de machaca y las empanadas de membrillo. Aunque mi "festejo" se vino abajo por tanto trabajo.

Por cierto, acabo de captar que le compré disfraz a mi Barbie y... ¡no se lo puse! ¡Tampoco le dí su triki triki! (huesitos con envoltura de halloween). Oh, qué nefasta.

3 comentarios:

Fernando Hurtado dijo...

EN MIS TIEMPOS, EL PEDIR TRIKI TRIKI ERA UNA MARAVILLA, TODOS DSFRASADOS, DE CASA EN CASA, Y CON DULCES EN LAS MANOS...

AHORA ESA TRADICION (QUE NO ES NUESTRA) SE ESTA DESVANECIENDO

PENA AJENA!

PeNy!! dijo...

para que le compraste disfraz hombre!!

le hubieras puesto una sudadera al reves como a los niños de tu cuadra para andar acorde con sus vecinos :P
y de paso por un jatdog

Marcos Legaspi dijo...

PFFF... como dices, la creatividad es mas importante que un buen o mal disfraz.

yo solo me pintaba la cara :(