La Española: Muñeca de pastel

De la serie Historias de muñecas.

Era el festejo de cumpleaños número tres y mi segunda celebración pública. Yo, la mayor de las tres hermanas, recuerdo que iba a muchas fiestas pero aún no conocía lo que eran las fiestas temáticas. A los cumpleaños que iba en los setenta pues eran pastelito velas y la niña de vestido olanudo que le soplaba al pastel, secundada por un ramillete de aplausos.

Pero recuerdo bien que nuestras fiestas tenían, por lo general, algún tema. En esta ocasión era lo relativo a España. Mi abuela Chole, experta en el arte de coser, me hizo un lindo vestidito con lunares rojos el cual para mi era el mejor ejemplo de cómo se pudiera poner mi piel si algún niño me contagiara el sarampión. Mama invitaba alrededor de 100 niños de los cuales llegaban todos con sus respectivas madres. El pastel tenía una muñeca, no cualquier muñeca, sino una muy fina, madura, bailando flamenco.

Pequeña peineta sobre la cabeza

de la española que alza la mano

tu vestido tiene los negros lunares

salpicados por el negro y translucido manto

que cargas graciosamente

como una segunda melena

Derecha abajo

arriba izquierda

y con vida propia

los olanes de tu falda

giran a la velocidad

que nuestra imaginación

lo permita

en el magnifico escenario

del betún de vainilla

con relleno de fresa.

Y olé.

Gracias a mi abuela, La Española del pastel se conservó sin necesidad de cirugías plásticas, como también sucedió con Anita Pérez. Los primeros años aguardaba en su misterioso ropero, posteriormente y hasta la fecha, en el armario del comedor, junto con otras curiosidades en cristal cortado.

Española

te has mudado

a un palacio de cristal

con su alberca coctelera

y fauna de porcelana.

Posada en fino tablao

tallado por los artesanos más cautivos

Todos te observan

y se preguntan

¿qué hace la bailarina parada

mientras nosotros

pastel comemos?